EDITOR RESPONSABLE: Lic. Raúl Corzo

sábado, 2 de noviembre de 2013

HISTÓRICA GOLETA GRINGO: RECONSTRUIDA EN ASTILLERO RÍO SANTIAGO

Es la segunda embarcación más antigua del mundo en condiciones de navegar. Nació en 1886 y estuvo pudriéndose en las profundidades del Río Luján hasta que un platense, amante del agua la rescató, la restauró hace 21 años y la transformó en su casa
Por CLARISA INES FERNANDEZ

Amarrado en el Canal Saladero del Puerto La Plata, el velero Goleta Gringo se erige entre la vegetación del monte como una prueba viviente de que la historia respira en el presente. Sus 36 metros de eslora, que allá por 1900 transportaron carbón e inmigrantes, hoy son el hogar de Fernando Zuccaro, un platense enamorado de los barcos que hace 20 años sacó ese casco podrido de las profundidades del Río Luján, lo restauró y lo transformó en su hogar.



CON EL ALMA EN EL TIMON

Fernando es un platense de 53 años que lleva el amor por el agua en la sangre. Cuando iba a la primaria armó junto a dos amigos una balsa con las partes de una cama y cuatro cubiertas infladas. Quería a Uruguay cruzando el río pero no avanzaron más que un par de metros. En el ´92, Fernando, más conocido como “el ruso”, “el gringo” o “el canario”, se subió a un barco y se fue navegando a vela hasta Europa. Estuvo 72 días en el océano, dos años en Francia y en el País Vasco. “Después fui a Irlanda y tuve que volver, porque agarré mal tiempo y el barco no me daba para seguir”, recuerda el Gringo.

El Gringo ama los veleros: “pero velero, velero, de pura sangre”, explica. Por eso cuando se vino de Europa empezó a buscar uno que le permitiera vivir la vida que más le gusta: ir de puerto en puerto, rodeado de naturaleza, frutales y la tranquilidad del agua. Dos amigos veteranos del río le aconsejaron que busque al Favorito San Antonio o el Pegli, dos cascos de veleros antiguos con los que iba a poder navegar. Fernando recorrió todo el litoral hasta Corrientes buscando el Pegli, guiado por las referencias que le iban dando los areneros. Hasta que alguien lo llevó al Río Luján, en el Tigre, y le mostró cómo salía de la superficie lo que parecía ser la parte superior de una vela. Entusiasmado, el Canario se zambulló en las aguas marrones y descubrió que se trataba del mismísimo Pegli que tanto había buscado.

EL VELERO DE LAS MIL VIDAS

Cuando Fernando encontró el casco del Pegli tenía 37 años y mucha energía. pero sólo unas monedas para arreglarlo. Durante tres años recurrió a sus habilidades de cantautor -su propia denominación de autodidacta-: recorrió talleres de carpintería y herrería cebando mate a los trabajadores para que le enseñen lo que sabían. Lo demás lo fue aprendiendo de libros, de prueba y error.

El Astillero Río Santiago fue su segundo hogar mientras restauraba el Pegli: “yo vivía adentro del barco, que estaba en tierra dentro de Astilleros. Ellos me dieron una mano bárbara, igual que la Armada”, cuenta. Los aprendizajes de cantautor rindieron sus frutos y el Gringo reconstruyó artesanalmente toda la carpintería del velero. Hasta fundió el hierro para hacer la salamandra que hoy decora el centro del living.

EL ORGULLOSO PATRÓN DEL GOLETA GRINGO
Cuando empezó con semejante empresa a Fernando lo rebautizaron como el “gringo loco”. Con el tiempo el velero tomó forma y empezaron a sacarle el “loco”: le quedó Gringo. Así nació el Goleta Gringo, el segundo velero más antiguo del mundo en condiciones de navegar, según los registros del Museo Naval de Nueva York. A él le gusta el nombre, aunque dice que decantó solo, porque él le iba a poner Aquiles, como se llamaba su abuelo y uno de sus hijos.

Es que Fernando es un amante de la historia y las tradiciones, y cuando empezó a recibir visitas y llamados de antiguos navegantes su satisfacción no tuvo límites. “Después de que se empezó a difundir la noticia del Goleta, un día aparecieron tres señores que habían sido marineros de este barco. Uno de ellos, Fausto, lo navegó cuando era chico con sus papá, que era el capitán”, recuerda Fernando. El Goleta, antes de ser Pegli se llamó Luigino Palma: nació en 1886 y navegó el Atlántico de pe a pa. En Argentina se matriculó con el nº 45 en el año 1934, un año después de la creación de la Marina. 

Los antepasados del Goleta, como espíritus que no quieren abandonar el barco, reaparecieron ante Fernando y lo ayudaron a reconstruir la historia del velero. Uno de ellos, Jorge Novoa, apareció un día trayendo una foto que había encontrado entre las pertenencias de su tío fallecido: una imagen del Goleta en 1930. El barco había pertenecido a la familia, en ese momento era sólo a vela y tardaba entre 8 meses y un año y medio en ir y volver de Europa. Transportaba carbón, y a familias que pagaban lo que salía el metro cuadrado de carbón para viajar, en condiciones infrahumanas, a la “nueva América”.

GOLETA FOR EXPORT

Hoy, la Goleta Gringo es visitada por estudiantes nacionales y extranjeros, por canales de televisión y por publicistas. El paisaje natural resultó atractivo tanto para la National Geographic como para Gancia, la revista Vogue y otras marcas que aprovecharon la mística del río para sus publicidades. También hace viajes a Colonia o a otras latitudes, aprovechando los trece camarotes del subsuelo del velero, y el equipamiento de cocina y living.

Separadas de la propuesta turística están las habitaciones de Fernando y Bárbara, la cocina, el baño y el lavadero particular de la familia. “El mejor socio que tengo es el óxido, que no se toma días feriados y trabaja todo el tiempo”, se ríe Fernando. Es que no es fácil mantener el velero en condiciones, y el Gringo admite estar cansado de algunas cosas, como el acarreo de bolsas y el rutinario trabajo de mantenimiento. Sin embargo, reafirma su elección de vida como navegante de puerto en puerto. “
FAMILIA EN PLENO: FERNANDO, AQUILES, BÁRBARA
Y EL PEQUEÑO JUAN EN EL LIVING DEL GOLETA
 leyenda



Al Canario le gustaría volver a hacer el viaje a Europa en el Goleta con toda su familia, ver el poniente y la salida del sol, el momento en el que se “esconden las brujas de la noche”. Para él, su velero todavía no está terminado, aun falta mucho aceite por cambiar, clavos por reemplazar y pintura por restaurar. Sin embargo el Goleta Gringo parece sonreír al sol, entre el verde del monte y el marrón del río, transpirando historias que atraviesan sus paredes míticas y rezándole a Stella Maris, la Patrona del Mar, para que lo proteja y no lo deje volver nunca más a las profundidades. (Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20131102/Goleta-Gringo-velero-desafio-tiempo-informaciongeneral3.htm)