El 31 de agosto de 2005 se hizo entrega oficial de las cruces de la Basílica de Luján totalmente
terminadas para su posterior montaje en la Basílica de Luján. Las mismas habían
ingresado al Astillero Río Santiago el 23 de junio del 2000 a pocos días que se registrara el derrumbe en la torre Este del edificio ocurrido el 13 de junio de 2000.
Tras 15 mil horas de trabajo de 70
técnicos, supervisores y operarios, quienes donaron la mano de obra, se logró que el punto de peregrinación
más convocante del catolicismo argentino recuperara su fachada original.
Cada vez que uno se acerque a la
ciudad de Luján o pase cerca por la autopista, las cruces serán, además de
testimonio de Fe, un símbolo del esfuerzo de cada uno de los que trabajó para
esta obra y de la capacidad que los argentinos tenemos cuando nos proponemos
funcionar en equipo para el bien común.
Ambas cruces son iguales a las originales, y una de ellas tiene la imagen de la Virgen de Luján mientras la otra luce una imagen mariana. Cada cruz tiene una altura de 9 metros con un ancho de 4,80 metros y un peso
aproximado de 1400
kilogramos cada una.
La estructura principal de las
cruces es de perfiles y chapas de acero pintadas de color negro mate, parte de
la ornamentación es de acero y el resto es de láminas de cobre. Fueron
construidas en acero por unos 70 obreros, que les incrustaron cobre y un baño
de oro.
Las flores que visten cada cruz se realizaron en láminas de cobre natural pulido y los veinte rayos que contiene cada una están confeccionados en láminas de cobre, que luego fueron pulidos para proceder a su baño de níquel y terminación con baño de oro
Para realizar tarea, una obra única por su especificidad, el Astillero Río Santiago conjugó dos características difíciles de encontrar simultáneamente en una organización productiva: Capacidad industrial y aptitud casi artística del personal que intervino.
Las flores que visten cada cruz se realizaron en láminas de cobre natural pulido y los veinte rayos que contiene cada una están confeccionados en láminas de cobre, que luego fueron pulidos para proceder a su baño de níquel y terminación con baño de oro
Para realizar tarea, una obra única por su especificidad, el Astillero Río Santiago conjugó dos características difíciles de encontrar simultáneamente en una organización productiva: Capacidad industrial y aptitud casi artística del personal que intervino.
La idea inicial
fue que una de ellas sea reparada y luego exhibida en el Museo de Luján y la
otra vuelva a ser colocada en la cima de la Basílica una vez que se hayan
mejorado todas sus piezas.
A raíz de los estudios técnicos realizados se determinó que se procedería a
construir réplicas de ambas cruces y las originales serían destinadas al museo.
Afanosamente,
con paciencia de orfebres y profundo amor, durante más de 1900 días se
fabricaron sus réplicas detalladamente guiados por los planos de plantillado y
relevamiento realizado por Luís Micelli de Oficina Técnica, quien tomó plantillas de cada una de
las piezas que conforman y visten a cada cruz.
Luego de esta tarea se realizó el re-dibujado de la pieza para proceder a su corte y conformado de cada una de sus partes.
Luego de esta tarea se realizó el re-dibujado de la pieza para proceder a su corte y conformado de cada una de sus partes.
La cruz de la torre Este de la Basílica lleva una imagen de la Virgen de Luján cuyo manto se conformó con un detallado trabajo artesanal en chapa de acero calado.
Para la cabeza fundida en bronce se fabricó en el Astillero una corona en lámina de cobre que luego fue pulida y bañada en oro. En su parte inferior, la imagen lleva una medialuna bañada en oro y el escudo nacional.
La cruz de la torre Oeste lleva un monograma mariano confeccionado en acero y recubierto de un baño de oro, con un escudo debajo del mismo.